lunes, 10 de marzo de 2008

Observatorios



Observatorio del Teide



Gracias a la Astrofísica en Canarias empezó (a comienzos de la década de los sesenta) a funcionar este Observatorio, en la zona de Izaña (Tenerife), a 2.400 m de altitud, en un paraje donde concurren los términos municipales de La Orotava, Fasnia y Güímar: el primer telescopio para realizar estudios de luz zodiacal, la luz dispersada por la materia interplanetaria, empezó a funcionar en 1964,una gran ventaja y oportunidad para todos los Canarios.
Su situación geográfica (entre los observatorios solares del este y del oeste), unida a la transparencia y excelente calidad astronómica de su cielo, han contribuido a que el Observatorio del Teide se reserve preferentemente al estudio del Sol, concentrándose en él los mejores telescopios solares europeos.
La Residencia del Observatorio del Teide, en funcionamiento desde enero de 1990, consta de una serie de instalaciones (dormitorios diurnos y nocturnos, cocina y comedor, recepción, salas de estar y de juegos, garajes, estación transformadora, grupo electrógeno y parque de paneles solares), con objeto de prestar un servicio a todo el personal científico y técnico vinculado al Observatorio que lo precise.
Dentro de las tareas de divulgación que realiza el Instituto de Astrofísica de Canarias, para que los conocimientos astronómicos lleguen a todos, se organizan visitas de colegios y grupos al Observatorio. El Observatorio del Teide cuenta ya con un Centro de Visitantes, resultado de la conversión de una cúpula vacía, que se ha dotado de elementos para la divulgación científica. Con un aforo para unas cuarenta personas, se utiliza para explicar a los escolares en qué consiste un observatorio, cómo funcionan los telescopios y la importancia que la Astronomía tiene para el hombre.








Mar de nubes


A ras del suelo, el aire que se acumula en los valles y mesetas ibéricas durante las frías noches invernales se satura con facilidad, lo que provoca la formación de gotitas de agua en suspensión. La niebla no es más que una nube cuya base coincide con el terreno y cuyo espesor apenas alcanza unos pocos centenares de metros, por lo que ganando altura conseguimos escapar de ella y observar el mar de nubes.
Ese manto nuboso marca exactamente el nivel que alcanza el tope de la inversión térmica que acompaña a la niebla, alcanzándose valores de temperatura más bajos por debajo de él que por encima; justo lo contrario a lo que suele pasar en la atmósfera.
Curioso el contraste de la niebla, que desde lo alto nos deslumbra al reflejar la luz del sol, y desde su interior nos conduce a un mundo de tinieblas
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